7. Santa
Faustina y el rezo de la coronilla
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(...) Hoy hablé más con Jesús, animada por su bondad.
Y cuando descansé junto a su dulcísimo Corazón, le
dije: Jesús, tengo tantas cosas que decirte.
Y el Señor me dijo con gran dulzura: "Habla,
hija Mía".
Y empecé a
expresar los sufrimientos de mi corazón, a saber: "que me
preocupa mucho toda la humanidad, que no todos Te conocen y los
que Te conocen no Te aman como mereces ser amado.
Además veo que los pecadores Te ofenden terriblemente y
veo también la gran opresión y persecución de los fieles,
especialmente de tus siervos y más aún veo muchas almas que se
precipitan ciegamente en el terrible abismo infernal
Ves, oh Jesús, éste es el dolor que penetra mi corazón
y mis huesos, y aunque me haces el don de Tu amor singular, e
inundas mi corazón con los torrentes de Tu alegría, esto no
atenúa los sufrimientos que acabo de mencionarte, sino que más
bien penetran mi pobre corazón de modo más vivo.
Oh qué ardiente es mi deseo de que toda la humanidad
vuelva con confianza a Tu misericordia; entonces, tendrá alivio
mi corazón viendo la gloria de Tu nombre".
Jesús escuchó este desahogo de mi corazón con atención
e interés, como si no supiera nada y casi escondiendo ante mí
el conocimiento de aquellas cosas, así yo me sentía más libre
en hablar. Y el Señor
me dijo: "Hija
Mía, Me son agradables las palabras de tu corazón y por el
rezo de esta coronilla acercas a Mi la humanidad".
Después de
estas palabras me encontré sola, pero la presencia de Dios está
siempre en mi alma.
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