Capítulo tercero: La imagen de la Divina Misericordia

 

10. El poder de la oración ante la imagen: el caso de la mujer judía

 

916  El día de hoy es para mí excepcional, a pesar de haber sufrido tanto, mi alma está inundada de un gran gozo.  En la habitación aislada contigua a la mía, había una judía gravemente enferma; hace tres días fui a visitarla, sentí un dolor en mi alma al pensar que moriría en poco tiempo y que la gracia del bautismo no lavaría su alma.  Hablé con la hermana que la cuidaba de administrarle el santo bautismo al acercarse el último momento.  Pero existía esa dificultad de que siempre había judíos a su lado.  Sin embargo, sentí en el alma la inspiración de rogar delante de la imagen que Jesús me había ordenado pintar.  Tengo un folleto en cuya cubierta figura la reproducción de la imagen de la Divina Misericordia.  Y le dije al Señor: "Jesús, Tú Mismo me has dicho que concederás muchas gracias a través de esta imagen, por eso Te pido la gracia del santo bautismo para esta judía; no importa quién la bautice con tal de que sea bautizada".  Después de estas palabras fui extrañamente tranquilizada y tenía la certeza absoluta de que el agua del santo bautismo fluiría sobre su alma a pesar de las dificultades.  Y durante la noche, cuando ella estaba muy débil, me levanté tres veces para estar con ella y esperar el momento oportuno para alcanzarle esta gracia.  Por la mañana daba la impresión de sentirse mejor.  Por la tarde empezó a acercarse el último momento; la hermana que la asistía dijo que sería difícil administrarle aquella gracia porque estaban junto a ella.  Y llegó el momento cuando la enferma empezó a perder el conocimiento, pues algunos comenzaron a correr para buscar al médico y los demás en otras direcciones para salvar a la enferma y sucedió que la enferma se quedó sola y la hermana que la cuidaba la bautizó.  Y antes de que todos volvieran, su alma se había vuelto bella, adornada de la gracia de Dios y expiró en seguida.  La agonía duró poco tiempo, fue como si se hubiera dormido.  De repente vi a su alma de una belleza admirable entrando en el cielo.  Oh, que bella es el alma en la gracia santificante; el gozo dominó mi alma por haber obtenido delante de la imagen una gracia tan grande para aquella alma.

 


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