Devoción a la Divina Misericordia

 

¡Sólo para personas honestas consigo mismas!

¿Qué tan “PURA VIDA” eres?

(o ¿Qué tanta VIDA PURA llevas?)

¡Atrévete a hacer el examen de conciencia!

 

Muchas veces tenemos la conciencia demasiado tranquila, porque pensamos que el mal está en los demás y que lo nuestro son sólo pequeños defectos  fáciles de pasar por alto.  Para hacer un examen de conciencia se requiere de:

1-   “TOTAL SINCERIDAD Y APERTURA, ya que el alma no sincera y cerrada se expone a un gran peligro en la vida espiritual”, y 2- HUMILDAD, HUMILDAD y siempre HUMILDAD, “porque la SOBERBIA mantiene al alma en la oscuridad.  El alma que no sabe y no quiere penetrar exactamente en lo profundo de sí, se enmascara y evita todo lo que la debería sanar” (Diario, 113)*   Es necesario ser honesto consigo mismo para darse cuenta de cómo el pecado ha manchado nuestra alma.  “El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes.  Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana.  Ha sido definido como una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna” (Catec. Igl. Cat. 1849).

 

 

EXAMEN DE CONCIENCIA

(para hacerlo con frecuencia)

(Tener en cuenta los pecados de pensamiento, palabra, obra (el mal que hicimos),  y omisión (el bien que no quisimos hacer)

 

“AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN, CON TODA TU ALMA Y CON TODAS TUS FUERZAS”

Primer Mandamiento: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas (Dt 6, 5; cf Mt 22, 37;  Lc 10, 27).

El primer mandamiento llama al hombre para que crea en Dios, espere en Él y lo ame sobre todas las cosas. Adorar a Dios, orar a Él, ofrecerle el culto que le corresponde, cumplir las promesas y los votos que se le han hecho, constituyen la obediencia al primer mandamiento.  Adorar a Dios es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo.  Este precepto abarca los actos de fe, esperanza y caridad.

¿Dudé de la existencia de Dios? ¿Renegué o abandoné mi fe? Ofrezco mis acciones a Dios como expresión de sacrificio espiritual y en señal de adoración y de gratitud, de súplica y de comunión? ¿He profanado objetos religiosos o consagrados a Dios o he cometido algún otro sacrilegio? ¿Me he apoyado en la misericordia de Dios para cometer más  pecados? ¿Pensé o afirmé que todas las religiones son buenas? ¿Procuré aprender sobre mi religión? La oración es el alimento del alma.  ¿Alimento mi alma todos los días? ¿Trato con amor, prudencia y paciencia a aquellos que viven en el error o en la ignorancia de la fe?  ¿He visto películas o he leído libros, revistas o periódicos inmorales,  contrarios a la fe y a las buenas costumbres? ¿Los recomendé a otros? ¿Ridiculicé la religión o a sus ministros? ¿Me he desesperado o sublevado contra la Providencia de Dios? ¿Me quejé de Su Providencia en las enfermedades, en la pobreza y en los sufrimientos?  ¿Dejé de hacer por mucho tiempo los actos de fe, esperanza y amor? ¿Me reí de las cosas santas? ¿Me rebelé contra Dios? ¿He frecuentado reuniones, cultos u organizaciones contrarias a mi fe, como espiritismo, cultos de origen africano y afines, masonería, curanderismo, cartomancia, magia blanca, magia negra, santería, vudú, mediums,  hechicería, bendecidoras, adivinos, caciques, brujos, sukias, tablas ouija? ¿Llevo encima oraciones supersticiosas? ¿Talismanes y amuletos para la suerte o “contras”? ¿Hice o pagué por hechizos, encantamientos y maleficios?  ¿Creí en horóscopos?  ¿Adoré a satanás? ¿Invoqué a satanás? ¿Evoqué los espíritus de los muertos? ¿Creí en la reencarnación? ¿Estuve interesado en temas de la Nueva Era? ¿Sentí excesiva atracción hacia cosas, criaturas, artistas, deportistas, cantantes, hacia el poder, la fama, el lujo, el placer, dinero, etc.? ¿En mi afán por conocer lo oculto y lo futuro y por querer ejercer poder y control sobre mi mismo y sobre otros me involucré en prácticas de brujería, ilusionismo, hipnotismo, clarividencia, dianética, meditación trascendental, control mental, rosacrucismo, gnosticismo, teosofía, zen, masonería, yoga, desdoblamiento, telepatía, precognición, numerología, Ichin, lectura de mano, café, tabaco, cartas, tarot, etc., etc.? ¿Tengo siempre presente que “el honor dado a una imagen se remonta al modelo original, o sea que el honor tributado a las imágenes sagradas es una “veneración respetuosa”, no una adoración, que sólo corresponde a Dios”? (No adoramos las imágenes, sólo las veneramos, como hacemos con la fotografía de un ser querido).

 

Segundo Mandamiento: No tomarás en falso el nombre del Señor tu Dios (Ex 20, 7; Dt 5, 11). El segundo mandamiento prescribe respetar el nombre del Señor.  El nombre del Señor es santo.  Prohíbe todo uso inconveniente del nombre de Dios. “Ante todo, hermanos, no juréis ni por el cielo ni por la tierra, ni por ninguna otra cosa.  Que vuestro sí sea sí, y el no, no; para no incurrir en juicio” (St 5,12).

¿He jurado con duda de la verdad de lo que juré? ¿He jurado con verdad, pero sin necesidad y por costumbre? ¿He pronunciado e nombre de Dios sin respeto, con enojo, burla o de otra manera poco reverente? ¿Rechacé el auxilio de Dios? ¿Desconfié de Dios? ¿Blasfemé contra Dios? ¿He hecho un acto de arrepentimiento, al menos interno, cuando oigo alguna blasfemia o veo que se ofende a Dios? (Blasfemar consiste en proferir contra Dios –interior o exteriormente- palabras de odio, de reproche, de desafío; en injuriar a Dios, faltarle al respeto en las expresiones, gestos o chistes, en abusar del nombre de Dios) ¿He jurado hacer algún mal, vengarme o desquitarme? ¿He reparado el daño? ¿He pronunciado el nombre de los santos sin respeto?  ¿Contra nuestra Señora, la Iglesia y contra los sacramentos? ¿Me he confesado sin arrepentimiento sincero y sin el firme propósito de enmendarme? ¿He comulgado sin estar en gracia? “Examínese, pues, cada cual, y como así el pan y beba de la copa.  Pues quien come y bebe indignamente, come y bebe su propio castigo” (1Co11,28-30). ¿He cumplido los votos y promesas hechas a Dios? ¿He usado el signo de la Cruz con irrespeto, para jurar y dar valor a mi palabra?

 

Tercer Mandamiento: Guardarás el domingo y días santos de precepto (Ex 20, 8-10; cf Dt 5, 12-15; Mc 2, 27-28). 

¿Participé de la misa entera los domingos y días santos? ¿Llegué tarde por propia culpa? ¿He sido irreverente en la Iglesia: he omitido la genuflexión bien hecha ante el Santísimo, he cruzado las piernas, he usado vestidos inapropiados: muy cortos, escotados, ajustados al cuerpo, etc.? ¿He trabajado los domingos y días santos sin necesidad? ¿He obligado a otros a trabajar sin justa causa en día santo? ¿He aprovechado estos días para rezar más y pasar más tiempo con la familia? El ayuno es la oración del cuerpo. ¿He cumplido con el ayuno? (El ayuno debilita las pasiones y fortalece la voluntad.  En un gesto de solidaridad para con los pobres, atrévete a hacer un ayuno de pan y agua, un día por semana, o atrévete a no mirar la televisión dos días por semana y dedicarle ese tiempo a la familia).

 

AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO

 

Cuarto Mandamiento: Honra a tu  padre y a tu madre (Ex 20, 12; Dt 5, 16; Mc 7, 10). De conformidad con el cuarto mandamiento, Dios quiere que, después que a Él, honremos a nuestros padres y a los que Él reviste de autoridad para nuestro bien, por lo que este precepto se extiende a los deberes de los alumnos respecto a los maestros, de los empleados respecto a los patronos, de los subordinados respecto a sus jefes, de los ciudadanos respecto a su patria, a los que la administran o la gobiernan.  Este mandamiento implica y sobreentiende los deberes de los padres, tutores, maestros, jefes, magistrados, gobernantes, de todos los que ejercen una autoridad sobre otros o sobre una comunidad de personas.

¿He contribuido en el seno de mi familia al bien y la alegría de los demás con mi paciencia y verdadero amor? ¿He desobedecido a mis padres? ¿Me he burlado de ellos?   ¿Les he negado mi ayuda y asistencia, en especial si están viejos y enfermos? ¿Amo a mis padres? ¿Honro a mis padres? ¿Les perdono?  ¿Me he avergonzado de ellos públicamente porque son pobres, ignorantes o ancianos? ¿Provoqué el enojo de mis padres, los insulté o entristecí? ¿Rezo por mis padres ya fallecidos? ¿Lancé alguna maldición? ¿Retrasé el bautizar a los niños? ¿Le doy calidad y cantidad de tiempo a mis hijos? ¿Trato con respeto a niños y familiares? ¿Descuido la salud y alimentación de los niños, su instrucción religiosa, los amigos que tienen, los libros que leen y los programas de televisión que ven? ¿Hay abuso o violencia doméstica en mi casa? ¿Castigo injustamente a mis hijos? ¿Hay grosería y crueldad en la corrección a los niños? ¿Ayudo a los miembros de mi familia? ¿Utilizo palabras hirientes en mi casa y en el trabajo? ¿He desobedecido a mis maestros, profesores o superiores? ¿Trato con justicia y caridad a mis subordinados? Como autoridad pública ¿respeto los derechos fundamentales de la persona humana y las condiciones del ejercicio de su libertad?  Como ciudadano, ¿coopero con las autoridades civiles en la construcción de la sociedad en un espíritu de verdad, justicia, solidaridad y libertad?

 

Quinto Mandamiento: No matarás (Ex 20, 13; cf Mt 5, 21-22).

Dios tiene en su mano el alma de todo ser viviente y el soplo de toda carne de hombre (Jb 12, 10).  Toda vida humana, desde el momento de la concepción hasta la muerte, es sagrada. Se contempla dentro de este mandamiento el escándalo, porque constituye una falta grave cuando por acción u omisión se induce deliberadamente a otro (s) a hacer el mal, ya que podría ocasionar a su prójimo la muerte espiritual.   

¿Me expuse a peligro de muerte sin necesidad? ¿Intenté suicidarme? ¿He descuidado mi salud? ¿Qué vicios están deteriorando mi salud? ¿He inducido a otros en vicios y drogas? ¿Me he embriagado o drogado hasta perder la razón? ¿He sido un peatón irresponsable o un conductor imprudente y temerario? ¿Respeto las leyes de tránsito? ¿Tengo enemistad, odio, rabia o rencor contra alguien? ¿Alimenté pensamientos o deseos de venganza? ¿He denunciado a alguien injustamente para sacar algún provecho? ¿Puse en peligro la vida material o espiritual de los otros con palabras, omisiones, actitudes exageradas? ¿He dejado con descuido, sin protección o resguardo venenos, medicamentos y armas? ¿No he sido moderado en el comer o beber? ¿Me he excedido con dietas y ejercicios? ¿Tengo la tendencia de idolatrar la perfección física y el “culto al cuerpo”?  ¿Conduje el auto, la motocicleta, el equipo de trabajo, en forma arriesgada? ¿Dejé de ayudar al prójimo en sus necesidades espirituales o materiales? ¿Me peleé con alguien? ¿Alimenté pensamientos o deseos de venganza? ¿He sentido rabia u odio hacia mi prójimo? ¿Le he deseado algún mal? ¿Le he deseado la muerte? ¿He conservado alguna enemistad ¿Invité a alguien a pecar? ¿Dije palabras ofensivas o de desprecio a los demás? ¿Golpeé o herí a alguien? ¿Maté a alguien?  ¿Mandé o aconsejé matar? ¿Aconsejé o provoqué el aborto? ¿Me he puesto triste con el bien del prójimo? ¿He dado mal ejemplo y malos consejos? ¿Ha sido mi actitud o comportamiento motivo para provocar escándalo por medio de leyes, instituciones, moda o por medio de la opinión? ¿He deseado que le vaya mal a alguien? ¿Me entristece la prosperidad de otros? ¿Me alegra la desgracia de alguien? ¿He fomentado chismes, rumores, riñas o enemistades? ¿He dado mal ejemplo y malos consejos? ¿Me he negado a perdonar y a hacer las paces? ¿He tenido paciencia con las flaquezas del prójimo? ¿Tengo mal genio? ¿Trato al prójimo con altanería? ¿Manipulo, abuso y utilizo a quienes me rodean para obtener mis fines? ¿He maltratado al prójimo, sobre todo a los pobres, débiles, niños, ancianos, discapacitados, extranjeros, hombres y mujeres de otras razas? ¿He faltado el respeto a los moribundos o a los muertos? ¿Me he portado con el prójimo como quisiera que se portaran conmigo? ¿Doy bromas pesadas y me burlo de los demás?

 

Sexto mandamiento: No cometerás adulterio (Ex 20, 14; Dt 5, 17; cf Mt 5, 27-28). Trata de todos los asuntos relacionados con la globalidad de la sexualidad humana.  Prohíbe en acción lo que el noveno prohíbe en pensamiento o deseo. Noveno mandamiento: No codiciarás (al cónyuge) de tu prójimo (Ex 20,17; cf Mt 5, 28). Trata de todas las cuestiones relacionadas con los pecados interiores en contra de la pureza de corazón, de intención y de mirada.  Implica un aprendizaje del dominio de sí y supone un esfuerzo reiterado en todas las edades de la vida.  La alternativa es clara: o el hombre y la mujer controlan sus pasiones y obtienen la paz, o se dejan dominar por esas pasiones y se hacen desgraciados.

¿He permitido caricias, besos y abrazos deshonestos movido por la lujuria? ¿Falté al pudor, modestia y discreción? ¿Me he desnudado delante de otras personas? ¿He hecho actos impuros o deshonestos conmigo mismo o en compañía? ¿Con parientes? ¿Con animales? ¿Provoqué tentaciones o deseos impuros a través de caricias, bailes insinuantes, ropa provocativa, malas lecturas, pornografía, etc.? ¿Conté chistes inmorales? ¿Tuve conversaciones obscenas? ¿Canciones o gestos deshonestos? ¿Hay sensualidad en mi vestir y en mis movimientos? ¿Cooperé o encubrí acciones deshonestas? ¿Tengo amistades peligrosas?  ¿Rezo a Dios pidiendo fuerza para conservar la castidad? ¿He visitado sitios de perdición? ¿He llevado a otras personas a esos sitios?  ¿He tenido relaciones fuera del matrimonio? ¿Libertades con mi novio (a)? ¿He defendido la promiscuidad y la relación sexual prematrimonial? ¿He defendido el divorcio? ¿He cometido adulterio? ¿Mantengo la pureza en las palabras, conversaciones, pensamientos, miradas y obras?

 

Sétimo y Décimo Mandamientos: No robarás (Ex 20, 15; Dt 5,19; cf Mt 19, 18). No codiciarás ... nada que sea de tu prójimo (Ex 20,17; cf Dt 5, 21; Mt 6, 21) . (El décimo mandamiento prohíbe desear lo que el sétimo prohíbe tomar). Toda forma de tomar o retener injustamente el bien ajeno, aunque no contradiga las disposiciones de la ley civil, es contraria al sétimo mandamiento.  Ejemplos: retener bienes prestados u objetos perdidos, defraudar en el ejercicio del comercio, pagar salarios injustos, elevar los precios especulando con la ignorancia o la necesidad ajenas.  Son también moralmente ilícitos otros tipos de especulación, la corrupción, apropiación y uso privado de bienes sociales, trabajos mal hechos, fraude fiscal, gastos excesivos, el despilfarro, dañar propiedades privadas o públicas, etc.  Este mandamiento también exige el respeto de la integridad de la creación.  El uso de los recursos minerales, vegetales y animales del universo no puede ser separado del respeto de las exigencias morales.

¿He robado algo a alguien? ¿He calumniado? (hablar con mentira sobre otro roba su buena fama) ¿He reparado el mal que hice mediante rob o, calumnias o intrigas?  (la reparación forma parte del perdón.)  ¿He envidiado las cosas ajenas? ¿He aceptado o comprado cosas robadas a sabiendas? ¿Me he quedado con cosas encontradas o que me han prestado? (La devolución o restitución forma parte del perdón)  ¿He planeado o he cometido algún robo, plagio, secuestro, falsificación, estafa, tortura, soborno o chantaje? ¿He sido cómplice o encubridor de alguna injusticia, robo o daño a bienes públicos o ajenos? ¿Causé sufrimiento o hice daño a los animales? ¿Protejo la naturaleza evitando el desperdicio y la contaminación? ¿He causado daños a otros en sus bienes? ¿He respetado la propiedad intelectual y de derechos de autor? ¿He hecho trampa en los exámenes, tareas, proyectos de graduación, etc.? ¿He causado daños a la propiedad tomada en alquiler? ¿He cometido raterías (hurtos de cosas pequeñas) en tiendas, hoteles, restaurantes, hospitales, almacenes, etc.? ¿Ha habido falsedad de mi parte en calidad, pesos y medidas de los productos? ¿He procurado reparar los daños causados? ¿He apostado en juegos de azar? ¿He hecho trampas en el juego? ¿He retenido dinero de otros? ¿Exijo dinero por un servicio al que estoy obligado por mi cargo ya retribuido? ¿He ofrecido o he aceptado sobornos? ¿Cobro por servicios que no he desempeñado o he hecho mal? ¿He derrochado en lujo y vanidades? ¿Desperdicio en comida, ropa y en otros recursos que le hacen falta a los pobres?  ¿He pagado mis cuentas y  deudas a tiempo?  ¿He abusado de los aumentos de precios? ¿En los alquileres? ¿He prestado dinero con usura? ¿He cobrado intereses excesivos? ¿He faltado a la justicia en contratos o negocios? ¿He engañado al prójimo en compras y ventas? ¿He acudido injustamente a las leyes laborales para obtener indemnizaciones indebidas? ¿He pagado los impuestos? ¿He desperdiciado el tiempo de trabajo y los recursos del lugar donde trabajo? ¿He utilizado mal los bienes públicos, los he desperdiciado o los he aprovechado en mi beneficio? ¿Siento envidia, odio, amargura, celos o resentimiento? ¿He sido orgulloso? ¿He actuado con soberbia y vanidad? ¿He demostrado autosuficiencia? ¿He actuado por vanidad? ¿Vivo con necesidad de llamar la atención, mostrándome pretencioso y actuando como si fuera superior a los demás? ¿Soy impaciente? ¿Me enojo con facilidad? ¿Dejo que me domine la rabia? ¿Me he aprovechado de los demás? ¿He criticado y regañado, despreciando a los demás? ¿He hecho burla de los demás por sus defectos y debilidades? ¿He contribuido a que otros fallen en algo para que sean despreciados o reprendidos? ¿He dejado de dar lo conveniente para ayudar a la iglesia? ¿He faltado a la caridad con el prójimo? ¿Doy limosna según mi posición económica? ¿He sentido deseos de tener lo que otro u otra posee, por ejemplo: belleza, talento, trabajo, casa, carro, éxito, salud, riqueza, fama, poder, etc.?

 

Octavo Mandamiento: No darás falso testimonio contra tu prójimo (Ex 20, 16; cf Mt 5, 33). Este mandamiento prohíbe falsear la verdad en las relaciones con el prójimo.  Una falta cometida contra la verdad exige reparación.

¿He mentido con daño grave para el prójimo? ¿He hablado mal de mi prójimo? ¿He difamado a alguien? ¿He calumniado a alguien? ¿He reparado los daños ocasionados por la mentira, difamación y la calumnia? ¿He rechazado el restablecer el buen nombre de una persona que he mancillado? ¿He juzgado mal a los demás? ¿He sembrado discordia y enemistad en la familia? ¿He provocado enemistades políticas? ¿He exagerado las faltas de los demás? ¿He dado testimonio falso contra mi prójimo? ¿Soy criticón, intrigante y chismoso?  ¿Me gusta oír hablar mal de los otros? ¿He reparado el mal que hice con calumnias e intrigas? (la reparación forma parte del perdón del pecado). ¿Tiendo a denigrar (quitar mérito) a las personas? ¿Critico con frecuencia? ¿Soy intrigante y me gusta llevar y traer cuentos? ¿He revelado secretos importantes de otros, descubriéndolos sin justa causa? ¿Me he negado a presentarme como testigo de la inocencia de alguien? ¿Me gusta la ostentación, fanfarronear, alardear y vanagloriarme? ¿Hay hipocresía, adulación, ironía y sarcasmo en mi trato con algunas personas? ¿He lanzado acusaciones sin base y he atizado motivos de sospecha que yo he formado? ¿He leído correspondencia ajena? ¿Propago rumores o calumnias que perjudican seriamente la dignidad de las personas? ¿He sembrado discordias entre otros con cuentos y chismes, verdaderos o falsos? ¿He tenido medias palabras o insinuaciones, infundiendo sospechas de otros inmerecidamente? ¿He exagerado defectos ajenos? ¿He interpretado mal la conducta del prójimo sin esforzarme por comprenderlo? ¿He permitido la murmuración debiendo cortarla? ¿Me he alegrado de los problemas de otros? ¿He dejado de defender al prójimo cuando he podido hacerlo con facilidad?

 

Diez maneras de complicidad con el pecado de otro: Por consejo, encubrimiento, mandato, tomar parte, consentimiento, silencio, provocación, defensa del mal cometido, alabanza, adulación.

 

 

El pecado contra el “nosotros” (colectivo y social)

El hombre es un ser social, esencialmente vuelto al otro, lo que implica servir material,  mental  y  espiritualmente.

¿Por mi tibieza, vacilación o negligencia,  permanezco indiferente ante la maldad y corrupción? ¿Me ha faltado firmeza en la búsqueda del bien? ¿Cumplo con mis derechos de ciudadano, por ejemplo, votar? ¿Cumplo a conciencia mis obligaciones laborales y/o profesionales? ¿Hago bien mi trabajo, pensando que a Dios no se le debe ofrecer cosas mal hechas? ¿Estudio con frecuencia para mantenerme al día en mi especialidad? ¿Exijo honorarios que pueden considerarse abusivos por otros colegas?  ¿Qué uso he hecho de mi tiempo, de mis fuerzas, de los dones que Dios me dio? ¿Los he puesto al servicio del prójimo cuando ha sido posible? ¿Cuál ha sido mi actitud en relación a los que tienen salarios insuficientes e ingresos que no le permiten subsistir? ¿Y en relación a los tugurios y a la falta de vivienda?  ¿Al desempleo? ¿A los que están pasando hambre o alimentándose mal? ¿A los que pasan frío por falta de techo y ropa adecuada? ¿Y en relación a los enfermos, a aquellos a los que les faltan medicinas, atenciones médicas y hospitales? ¿En relación con el analfabetismo? ¿Cómo he vivido la pobreza evangélica? ¿He derrochado en compras inútiles, como bebidas alcohólicas, comidas exageradas, ropas que exaltan mi vanidad, artículos de lujo para la casa o simplemente en caprichos? ¿Cómo está el dinero en mi vida, yo lo manejo o él me maneja a mí? ¿Soy materialista? ¿Estoy apegado a las cosas materiales? ¿He derrochado en lujo y vanidades? ¿Quiero saber más para poder presumir de mis conocimientos, humillar a los demás porque saben menos, o para enriquecerme ilícitamente? ¿Me dejo vencer por la gula? ¿Vivo para los placeres de la carne: comida, bebida, drogas, sexo,  medicinas,  televisión,  música,  tabaco,  café, etc.? ¿Vivo para la gula intelectual, aprendiendo sólo por mi propia satisfacción y para presumir de ello? ¿Soy perezoso (a)? ¿Dejo de hacer el bien por omisión? ¿Comienzo un trabajo y lo dejo sin terminar? ¿En qué cosas me entretengo?

 

SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y DE LA RECONCILIACIÓN

(Mc 2,5-11)  (Jn 20,21-23)  (Mt 18,18)  (Lc 24,45-48)  (2Co 4,11-21)

(2Co 6,1-2)  (1Co 12,26)

 

“Tú eres Pedro (o sea Piedra), sobre  esta  piedra edificaré mi Iglesia” ...(el Papa Juan Pablo II es el 264 sucesor legítimo de Pedro) ... “Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el Cielo” (Mt 16,18-19).  “Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra Él y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados” (Catec. Igl. Cat. 1422).  Nuestro Señor le dijo a Santa Faustina: “... aunque un alma fuera como un CADÁVER DESCOMPONIÉNDOSE de tal manera que desde el punto de vista humano no existiera esperanza alguna de restauración y todo estuviese ya perdido, no es así para Dios.  El milagro de la Divina Misericordia restaura a esa alma en toda su plenitud.  (...) Di a las almas que es en el tribunal de la misericordia (el confesionario) donde han de buscar consuelo; allí tienen lugar los milagros más grandes y se repiten incesantemente.  Para obtener ese milagro no hay que hacer una peregrinación lejana ni celebrar ritos exteriores sino que basta con acercarse con fe a los pies de Mi representante y confesarle con fe su miseria y el  milagro de la misericordia de Dios se manifestará en toda su plenitud.  (Diario, 1448). Cuando te acercas a la confesión debes saber que yo mismo te espero en el confesionario, sólo que estoy oculto en el sacerdote (Diario, 1602).  No analices nunca de qué clase de sacerdote me estoy valiendo y abre el alma al confesarte como lo harías conmigo, y Yo llenaré tu alma con Mi luz (Diario, 1725).  Escribe, hija Mía, que para un alma arrepentida soy la misericordia misma.  La más grande miseria de un alma no enciende Mi ira, sino que Mi corazón siente una gran misericordia por ella (Diario, 1739).


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