Ayúdame,
oh Señor, a ser misericordioso
Ayúdame, oh Señor, a que
mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o
juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el
alma de mi prójimo y acuda a ayudarle.
Ayúdame, oh Señor, a que
mis oídos sean misericordiosos, para que tome en cuenta las
necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y
gemidos.
Ayúdame, oh Señor, a que
mi lengua sea misericordiosa, para que jamás hable
negativamente de mi prójimo, sino que tenga una palabra de
consuelo y de perdón para todos.
Ayúdame, oh Señor, a que
mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras, para
que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargar sobre mí
las tareas más difíciles y penosas.
Ayúdame, oh Señor, a que
mis pies sean misericordiosos, para que siempre me apresure a
socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi
cansancio. Mi reposo verdadero está en el servicio a mi
prójimo.
Ayúdame, oh Señor, a que
mi corazón sea misericordioso, para que yo sienta todos los
sufrimientos de mi prójimo. A nadie le rehusaré mi corazón.
Seré sincera incluso con aquellos de los cuales sé que abusarán
de mi bondad. Y yo misma me encerraré en el
misericordiosísimo Corazón de Jesús. Soportaré mis
propios sufrimientos en silencio. Que tu misericordia, oh
Señor, repose dentro de mí.
Pensamiento de Sor Faustina Kowalska
"Apóstol de la Divina Misericordia"
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