5.
Diversas reflexiones, propósitos y diálogos
486
Oh Jesús, cuando vienes a mí en la Santa Comunión, Tú
que Te has dignado morar con el Padre y el Espíritu Santo en el
pequeño cielo de mi corazón, procuro acompañarte durante el día
entero, no Te dejo solo ni un momento.
Aunque estoy en compañía de otras personas o con las
alumnas, mi corazón está siempre unido a Él.
Cuando me duermo, le ofrezco cada latido de mi corazón,
cuando me despierto, me sumerjo en Él sin decir una palabra.
Al despertarme, adoro un momento la Santísima Trinidad y
le agradezco por haberme ofrecido un día más, que una vez más
va a repetirse en mí el misterio de la Encarnación de Su Hijo,
que una vez más delante de mis ojos va a repetirse su dolorosa
Pasión. Trato
entonces de facilitar a Jesús el paso a través de mí a otras
almas. Con Jesús
voy a todas partes, su presencia me acompaña en todas partes.
1721
Después de la Santa Comunión, al introducir a Jesús a
mi corazón, le dije: Amor mío, reina en los más secretos
rincones de mi corazón, allí donde se engendran mis
pensamientos más secretos, donde sólo Tú, Señor, tienes
acceso; en este más profundo santuario donde el pensamiento
humano no es capaz de llegar.
Permanece allí sólo Tú y que de Ti provenga todo lo
que haga por fuera. Deseo
ardientemente y hago todo lo posible con todas las fuerzas de mi
alma para que en este santuario Te sientas, oh Señor, como en
Tu casa.
1805
Hoy me preparo para Tu
llegada como la esposa para la llegada de su Esposo.
Este Esposo mío es un gran Señor.
Los cielos no logran contenerlo.
Los serafines que están más cerca de Él cubren sus
rostros y repiten sin cesar: Santo, Santo, Santo
Este
gran Señor es mi Esposo. A
Él le cantan los Coros, ante Él se postran los Tronos, frente
a su resplandor se apaga el sol.
Y sin embargo este gran Señor es mi Esposo.
Corazón
mío, sal de este profundo asombro sobre cómo lo adoran los demás,
porque no tiene tiempo, visto que se acerca y ya está a tu
puerta.
1806
Salgo a su encuentro y lo invito a la morada de mi corazón
humillándome profundamente ante su Majestad.
Pero el Señor me levanta del polvo y, como a su esposa,
me invita a sentarme junto a Él y a confiarle todo lo que tengo
en mi corazón. Y
yo, animada por su bondad, inclino mi sien sobre su pecho y le
cuento todo. En
primer lugar le digo lo que no diría jamás a ninguna criatura.
Y luego hablo de las necesidades de la Iglesia, de las
almas de los pobres pecadores, de cuánto necesitan su
misericordia. Pero
el tiempo pasa rápidamente.
Jesús, tengo que salir de aquí a los deberes que me
esperan. Jesús me
dice que queda todavía un momento para despedirse.
Una profunda mirada recíproca y por un rato nos
separamos aparentemente, pero nunca realmente.
Nuestros corazones están unidos continuamente; aunque
por fuera estoy ocupada por distintos deberes, pero la presencia
de Jesús me sumerge constantemente en un profundo recogimiento.
1807
Hoy mi preparación para la venida de Jesús es breve; pero
marcada por un amor intenso.
La presencia de Dios me penetra e inflama mi amor hacia
Él. No hay ninguna
palabra, sólo hay un entendimiento interior.
Me sumerjo toda en Dios a través del amor.
El Señor se acerca a la morada de mi corazón.
Después de recibir la Comunión apenas estoy consciente
para volver a mi reclinatorio.
En ese mismo momento mi alma se sumerge totalmente en
Dios y no sé lo que pasa alrededor.
Dios me da el conocimiento interior de su Ser Divino.
Estos momentos son breves, pero penetrantes.
El alma sale de la capilla profundamente recogida y no es
fácil distraerla. Entonces
me parece que toco la tierra con un solo pie.
Ningún sacrificio durante el día resulta difícil ni
pesado. Cada
circunstancia despierta un nuevo acto de amor.
1808
Hoy invité a Jesús a mi corazón como al amor.
Tú eres el amor mismo.
Todo el cielo se enciende y llena de Tu amor.
Por lo tanto mi alma Te desea como una flor anhela el
sol. Jesús, ven rápidamente
a mi corazón, porque ves que como la flor requiere el sol, así
mi corazón se lanza hacía Ti.
Abro el cáliz de mi corazón para acoger Tu amor.
1809
Cuando Jesús vino a mi
corazón, todo vibró de vida y de calor en mi alma.
Jesús, retira mi amor del corazón y llénalo con el
Tuyo. Un amor
ardiente y luminoso que sabe llevar el sacrificio, que sabe
olvidarse completamente de sí mismo.
Hoy
mi día está marcado por el sacrificio...
1810
Hoy me preparo para la
venida del Rey.
Qué
soy yo y qué eres Tú, Señor, Rey de la gloria, gloria
inmortal. Oh corazón
mío, ¿te das cuenta de quién viene a visitarte hoy?
Sí, lo sé, pero es curioso que no puedo comprenderlo.
Oh, si fuera solamente un rey, pero éste es el Rey de
reyes, Señor de los señores.
Ante Él tiembla todo poder y autoridad.
Hoy Él viene a mi corazón.
Lo oigo acercarse, salgo a su encuentro y lo invito.
Cuando entró en la morada de mi corazón, mi alma se
lleno de un respeto tan grande que se desmayó atemorizada,
cayendo a sus pies. Jesús
le dio su mano y le permitió bondadosamente sentarse a su lado.
La tranquilizó: "Ves,
he dejado el trono de los cielos para unirme a ti.
Lo que estás viendo es apenas una pequeña muestra y tu
alma se desmaya de amor. ¡Cuánto
se asombrará tu corazón cuando Me veas en toda plenitud en la
gloria! Quiero
decirte, sin embargo, que la vida eterna debe iniciarse ya aquí
en la tierra a través de la Santa Comunión.
Cada Santa Comunión te hace más capaz para la comunión
con Dios por toda la eternidad.
"
1811
Así que, Rey mío, no Te pido nada aunque sé que me puedes dar
todo. Te pido sólo
una cosa: sé el Rey de mi corazón por los siglos, eso me
basta.
1812
Hoy renuevo la sumisión a mi Rey a través de la fidelidad de
las inspiraciones interiores.
1813
Hoy no me esfuerzo en ninguna preparación especial.
No sé pensar nada aunque siento mucho.
Añoro el momento en que Dios venga a mi corazón.
Me arrojo en sus brazos y hablo de mi incapacidad y de mi
miseria. Derramo
todo el dolor de mi corazón: que no soy capaz de amarle tal
como deseo. Despierto
los actos de fe, esperanza y amor, y de ellos vivo durante todo
el día.
1814
Hoy mi preparación es breve.
Una fe viva y fuerte casi desgarra el velo de amor.
La presencia de Dios atraviesa mi corazón como un rayo
de sol el cristal. En
el momento de recibir a Dios, todo mi ser está sumergido en Él.
Me envuelve el asombro y la admiración viendo la gran
Majestad de Dios que se rebaja hacia mí que soy la miseria
misma. De mi alma
brota el agradecimiento por todas las gracias que me concede y
especialmente por la gracia de haberme llamado a su exclusivo
servicio sagrado.
1815
Hoy, en la Santa Comunión, deseo unirme a Jesús lo más
estrechamente posible a través del amor.
Deseo a Dios tan ardientemente que me parece que no
llegaré al momento en que el sacerdote me dé la Santa Comunión.
Mi alma cae como en un desmayo por anhelar a Dios.
1816
Después de recibirlo en mi corazón, se desgarró el velo de la
fe. Vi a Jesús que
me dijo: "Hija
mía, tu amor Me compensa por la frialdad de muchas almas".
Después de estas
palabras me quedé sola, pero durante todo el día viví del
acto de reparación.
1817
Hoy siento en mi alma el abismo de miseria.
Deseo acercarme a la Santa Comunión como a la Fuente de
Misericordia y sumergirme toda en este océano de amor.
Al
recibir al Señor Jesús, me arrojé en Él como en el abismo de
misericordia insondable y cuanto más sentía que era la miseria
misma tanto más aumentaba mi confianza en Él.
En
esta humillación pasé el día entero.
1818
Hoy mi alma tiene la
naturaleza de un niño. Me
uno a Dios como el niño al Padre.
Me siento plenamente la hija de Dios.
1822
Hoy mi alma desea mostrar a Jesús su amor de modo particular.
Cuando el Señor entró en mi corazón, me arrojé a sus
pies como un capullo de rosa.
Deseo que la fragancia de mi amor ascienda continuamente
a los pies de Tu trono. Ves,
oh Jesús, en este capullo de rosa todo mi amor a Ti; pero no
solamente en este momento cuando mi corazón arde de amor, sino
que durante el día te daré pruebas de mi amor a través de la
fidelidad a la gracia de Dios.
Hoy
todas las dificultades y sufrimientos que enfrento, los captaré
apresuradamente como un capullo de rosa para arrojarlo a los
pies de Jesús. No
importa que la mano, o más bien el corazón se cubra de
sangre...
1824
Hoy mi corazón tiembla de alegría.
Deseo mucho que Jesús venga a mi corazón.
Estoy llena de un deseo ardiente, mi corazón ansioso de
verlo se enciende con un amor cada vez más fuerte.
Cuando
Jesús vino, me arrojé en sus brazos como una niña pequeña.
Le conté mi alegría.
Jesús escuchaba estas manifestaciones de mi amor.
Cuando le pedí perdón por no haberme preparado a la
Santa Comunión, ya que pensaba continuamente en compartir con
Él esta alegría, Jesús me contestó:
"La más
agradable para Mí es la preparación con la cual Me has acogido
hoy en tu corazón. Hoy
bendigo esta alegría tuya de modo especial.
Nada te turbará esta alegría en el día de hoy...
"
1825
Hoy mi alma se prepara para la venida del Señor que lo
puede todo, que me puede hacer perfecta y santa.
Me preparo mucho para acogerle, pero de súbito tuve una
dificultad: ¿cómo presentársela?
La rechacé enseguida.
La presentaré tal como me lo dictará el corazón.
1826
Cuando recibí a Jesús en la Santa Comunión, mi corazón
exclamó con toda la fuerza: Jesús, transfórmame en una
segunda hostia. Quiero
ser una hostia viva para Ti.
Tú eres el gran Señor, omnipotente, Tú puedes hacerme
esta gracia. Y el
Señor me contestó: "Tú
eres una hostia viva, agradable al Padre celestial, pero medita
¿qué es una hostia? Una
ofrenda. ¿Entonces...?
"
Oh
Jesús mío, comprendo el significado de la hostia, comprendo el
significado de la ofrenda.
Deseo ser una hostia viva delante de Tu Majestad, es
decir, una ofrenda viva que arde para Tu gloria cada día.
1828
Hoy me envuelve la Majestad de Dios.
No logro ayudarme de ningún modo para prepararme mejor.
Estoy envuelta totalmente por Dios.
Mi alma se inflama de su amor.
Sé solamente que amo y soy amada.
Eso me basta. Procuro
ser fiel al Espíritu Santo durante el día y satisfacer sus
exigencias. Procuro
el silencio interior para poder oír su voz...
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