2.
La Eucaristía en la vida de
Santa Faustina
2.1
Los momentos más solemnes de su vida:
1804
El momento más solemne de
mi vida es cuando recibo la Santa Comunión.
Anhelo cada Santa Comunión y agradezco a la Santísima
Trinidad por cada Santa Comunión.
Si
los ángeles pudieran envidiar, nos envidiarían dos cosas:
primero, la Santa Comunión y segundo, el sufrimiento.
2.2
Su fuente de santidad, fortaleza, y conocimiento celestial:
1392
Todo lo bueno que hay en mí es gracias a la Santa Comunión, le
debo todo. Siento
que este sagrado fuego me ha transformado totalmente.
Oh, cuánto me alegro de ser Tu morada, oh Señor; mi
corazón es un templo en que permaneces continuamente...
1404
Oh Jesús oculto, en Ti está
toda mi fuerza. Ya
en los años más tempranos, Jesús en el Santísimo Sacramento
me ha atraído hacia Sí. A
los siete años, cuando estaba en las vísperas y el Señor Jesús
estaba expuesto en la custodia, entonces, por primera vez se me
comunicó el amor de Dios y llenó mi pequeño corazón y el Señor
me hizo comprender las cosas divinas; a partir de aquel día
hasta hoy mi amor al Dios oculto ha crecido hasta alcanzar la más
estrecha intimidad. Todo
el poder de mi alma procede del Santísimo Sacramento.
Todos los momentos libres los paso conversando con Él;
Él es mi Maestro.
1819
Al recibir la Santa Comunión, tuve un conocimiento más
profundo del Padre celestial y de su paternidad para con las
almas.
Hoy
vivo de la adoración de la Santísima Trinidad.
Agradezco a Dios por haberse dignado adoptarnos, por
medio de la gracia, como a sus hijos.
840
23 de diciembre de 1936.
Vivo este tiempo con la Santísima Virgen y me preparo a
este solemne momento de la venida de Jesús.
La Santísima Virgen me enseña sobre la vida interior
del alma con Jesús, especialmente en la Santa Comunión.
Solamente en la eternidad conoceremos qué gran misterio
realiza en nosotros la Santa Comunión.
¡Oh los momentos más preciosos de mi vida!
1037
Me veo tan débil que si no tuviera la Santa Comunión, caería
continuamente; una sola cosa me sostiene y es la Santa Comunión.
De ella tomo fuerza, en ella está mi fortaleza.
Temo la vida si algún día no recibo la Santa Comunión.
Tengo miedo de mí misma.
Jesús oculto en la Hostia es todo para mí.
Del tabernáculo tomo fuerza, poder, valor, luz; es aquí
donde busco alivio en los momentos de tormento.
No sabría como glorificar a Dios si no tuviera la
Eucaristía en mi corazón.
1826
(...) Cuando
mis fuerzas empiecen a disminuir, entonces la Santa Comunión me
sostendrá y fortalecerá.
De verdad, temo el día en que no reciba la Santa Comunión.
Mi alma recibe una fuerza admirable de la Santa Comunión.
¡Oh
Hostia viva, luz de mi alma!
223
Oh Hostia Viva, mi única Fortaleza, Fuente de Amor y de
Misericordia, abraza al mundo entero, fortifica a las almas débiles.
Oh, bendito sea el instante y el momento en que Jesús
nos dejó su misericordiosísimo Corazón.
814
Hoy he estado solamente en la Santa Comunión y un poco más en
la Santa Misa. Toda
mi fuerza está en Ti, Pan vivo.
Me sería difícil vivir un día sin recibir la Santa
Comunión. Él es
mi escudo; sin Ti, Jesús, no sé vivir.
1233
Oh Hostia santa, fuente de la dulzura divina,
Tu
das fortaleza a mi alma,
Tú
que eres omnipotente y Te encarnaste de la Virgen
Vienes
oculto a mi corazón
Y
no Te alcanza el poder de mis sentidos.
2.3
Su perseverancia en la recepción de la Santa Comunión:
105
Sin embargo, en todos estos sufrimientos y combates no
abandoné la Santa Comunión.
Cuando me parecía que no debía recibirla, entonces iba
a ver a la Maestra y le decía que no podía ir a la Santa
Comunión, que me parecía que no debía recibirla.
Sin embargo ella no me permitía abandonar la Santa
Comunión; y yo iba a recibirla, y me daba cuenta de que sólo
la obediencia me había salvado. ...
2.4
La ocasión en que la Santa Comunión le fue impartida por un ángel:
1675
– 1676
(...) Por la noche vino la hermana que me iba a asistir.
“Mañana usted, hermana, no tendrá al Señor Jesús
porque está muy cansada y luego veremos como será”.
Eso me dolió muchísimo, pero contesté con gran calma:
“Está bien”. Abandonándome
completamente al Señor traté de dormir.
Por la mañana hice la meditación y me preparé para la
Santa Comunión, aunque no iba a recibir al Señor Jesús.
Cuando mi anhelo y mi amor llegaron al punto culminante,
de repente, junto a mi cama vi a un Serafín que me dio la Santa
Comunión diciendo estas palabras: "He aquí el Señor
de los ángeles".
Cuando recibí al Señor, mi espíritu se sumergió en el
amor de Dios y en el asombro.
Eso se repitió durante 13 días, sin tener yo la certeza
de que al día siguiente me la trajera, pero abandonándome a
Dios, tenía confianza en su bondad; sin embargo ni siquiera me
atrevía pensar si al día siguiente recibiría la Santa Comunión
de este modo. (...) El
cáliz era de cristal, cubierto de un velo transparente.
Apenas me dio al Señor, desapareció.
2.5
Jesús Sacramentado como su Patrono anual:
360
A Jesús le agrada participar en los más pequeños
detalles de nuestra vida y a veces cumple mis deseos secretos,
aquellos que más de una vez le oculto a Él mismo, aunque sé
que para Él no puede haber nada secreto.
El
día de Año Nuevo hay entre nosotras la costumbre de sacar por
suerte el patrono particular para todo el año.
Por la mañana, durante la meditación, se despertó en mí
uno de estos deseos secretos: aquél que Jesús Eucarístico
fuera mi patrono particular también para ese año, como
anteriormente. Sin
embargo, ocultando a mi Dilecto ese deseo, hablé con Él de
todo excepto de aquello que deseaba tenerlo como patrono.
Al venir al refectorio a desayunar, después de hacer la
señal de la cruz, empezó el sorteo de los patronos, tomé una,
sin reflexionar, sin leer enseguida; quise mortificarme algunos
minutos. De repente
oí una voz en el alma:
"Soy
tu patrono, lee".
En aquel mismo
momento miré la inscripción y leí:
“Patrono para el año 1935, la Santísima Eucaristía”.
Mi corazón se estremeció de alegría y me alejé
secretamente del grupo de las hermanas y fui delante del Santísimo
Sacramento, al menos por un breve instante y allí me desahogué
de los sentimientos de mi corazón.
Sin embargo, Jesús me llamó dulcemente la atención de
que estuviera en aquel momento junto con otras hermanas; fui
inmediatamente, ateniéndome a la regla.
2.6
Su humildad ante la Sagrada Eucaristía:
1827
Hoy mi alma se prepara para la Santa Comunión como para
un banquete de bodas en que todos los participantes lucen una
belleza inexpresable. Y
yo también estoy invitada a este banquete, pero no veo en mí
esta belleza, sino un abismo de miseria.
Y aunque no me siento digna de sentarme a la mesa, sin
embargo me deslizaré por debajo de la mesa, y a los pies de Jesús
mendigaré al menos las migas que caigan debajo de la mesa.
Conociendo Tu misericordia me acerco a Ti, Jesús, porque
antes faltará mi miseria que se agote la piedad de Tu Corazón.
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