El Señor te llama incesantemente a que le entregues
todo tu ser y le des el lugar que a Él le corresponde en tu vida. Él
mismo te invita a consagrarte totalmente y ser en el mundo testigo de su
amor, sin importar tu condición de vida: casado o soltero, hombre o
mujer.
Existen
dos formas de consagrarse: desde tu corazón como una pequeña estrella o
perteneciendo a un instituto de Vida Consagrada dando luz a la Iglesia
como da luz la luna a la tierra en las noches.
?
Jesús le reveló a Santa Faustina:
“Mira al cielo. ¿Ves la
luna y las estrellas?. Aquellas estrellas son las almas de los cristianos
fieles (o sea, buenos pero simples cristianos), y la luna son las almas
consagradas. ¿Ves la gran diferencia de luz que hay entre la luna y las
estrellas?, igual de grande es en el cielo la diferencia entre un
consagrado y un cristiano fiel”. (Diario 424)
Entonces, según las palabras del mismo Señor, no es
igual sentirse consagrado por llevar una vida fiel, que ser verdaderamente
consagrado perteneciendo a un instituto de vida consagrada y por la emisión
de los Votos o las Promesas hechas ante la autoridad de la Iglesia. Hay
varios tipos de institutos de vida consagrada, los de vida religiosa que
son las monjas o los frailes como los llamamos, que viven juntos en una
casa de vida fraterna dejándolo todo y que usan hábito, los institutos
seculares, que son seglares célibes y los institutos o asociaciones de
vida evangélica, que sus miembros laicos y clérigos, hombres y mujeres,
casados o solteros, se consagran de la misma forma que un religioso o uno
de un instituto secular solo que sin perder su estado laical, sin dejar de
habitar en su casa, sin dejar su trabajo, su forma de vida y bienes.
No es lo mismo pertenecer a un
movimiento o grupo apostólico que a un instituto de vida consagrada, la
diferencia está en que a un grupo se pertenece por relación y a un
instituto por un cambio esencial de la vida.
"Existen
en la Iglesia asociaciones..., en las que los fieles, clérigos o laicos,
o clérigos junto con laicos, trabajando unidos, buscan fomentar una vida
más perfecta, promover el culto público o la doctrina cristiana, o
realizar otras actividades...” (Código de Derecho Canónico 298).
“Los seglares que siguiendo su vocación, se han
inscrito en algunas de las asociaciones o institutos aprobados por la
Iglesia, esfuércense igualmente por asimilar con fidelidad las características
peculiares de la espiritualidad propia de tales asociaciones o
institutos” (Concilio Vaticano II, Apostolicam Actuositatem 4).
“Promuévase entre los
laicos una genuina espiritualidad” (Medellín 10, 17).
Nuestro
Fin es la Santidad personal y la del mundo:
1.
Nuestra Asociación busca la santificación
de sus miembros o sea el Cielo y su gozo ya en esta tierra.
2.
Es necesario entonces madurez personal y
psicológica y formación religiosa apropiados en cada miembro que los
capacite a tomar una “determinada determinación” hacia la santidad de
sus vidas, “vengase lo que se venga y aunque el mundo se nos venga
encima”.
3.
Ser almas santas y fuertes que no busquemos
andar entretenidos en pequeñeces de la tierra, ni busquemos consuelos ni
chineos, sino que sepamos ofrecer el dolor como Almas Víctimas clamando
misericordia por los pecadores y sobre todo por los sacerdotes y tomar a
Cristo Crucificado como Esposo de nuestra Alma”.
4.
“No dejar pasar ni un pensamiento, ni una palabra, ni una mirada,
hacerlo todo con y por Amor” y ofrecerlo
Nuestro
Espíritu:
“Vivir como si solo Dios
y nuestra alma existieran” y para poder servir
Consiste en:
1.
Penetrar el abismo infinito del Amor Misericordioso y desde allí clamar
misericordia, orando sin cesar, arrepintiéndonos de nuestros pedacos e
intermediar con absoluta confianza entre la tierra y el cielo, con un
corazón lleno de misericordia, por todas las criaturas y el mundo entero.
2.
Vivir en obsequio de Jesucristo, meditando día y noche
la ley del Señor y velando en oración.
3.
Vivir la vida interior a profundidad, y las ocupaciones
diarias y los asuntos ordinarios convertirlos en el lugar de realizar
nuestra consagración.
“Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí”, Ese es el ideal de mi
alma de carmelita, seamos para Él una especie de humanidad suplementaria
en la que pueda seguir renovando todo su Misterio. Le he suplicado que se
establezca en mí como Adorador, Reparador y Salvador.
No sé cómo explicar la paz que da a mi alma el pensar que Él
suple mis debilidades y que, si yo caigo a cada instante, Él está ahí
para levantarme...”
Nuestro Carisma:
Consagrarse por los
sacerdotes, acompañarlos y asistirlos y por medio de ellos llegar con un
mensaje de misericordia al corazón de los indiferentes y pecadores, dar
consuelo a los que sufren, a los pobres, a las familias desintegradas, a
los jóvenes con problemas, a los enfermos y moribundos. Orar por ellos, y
convertir la oración en una forma de vida, dedicada a amar, servir y
tratar con misericordia a los “Otros Cristos” de la tierra que son los
sacerdotes.
Rescatar y consolidar en el corazón del mundo,
los valores espirituales y las realidades sagradas. La praxis de la oración
abre los ojos del alma y posibilita ver lo que el mundo ya no quiere ni
ver ni valorar y que pertenece a la esencia misma de la Sagrada Tradición
de la Iglesia.
Nuestro
Apostolado:
1.
Orar por los sacerdotes, acompañarlos y asistirlos.
2.
Hacer conciencia en los demás laicos de la obligación que tenemos de
amar a los sacerdotes como pastores y padres que son de todos.
3.
Que quienes están más cerca de los sacerdotes los ayuden en lo posible,
por la oración y de obra a fin de que éstos puedan superar mejor sus
dificultades y complir más fructuosamente sus deberes (cf Con. Vat. II,
Presbiterorum Ordinis, 9).
4.
La promoción urgente de la dimensión espritual de la Iglesia. El rescate
de los valores sagrados es en esencia lo principal de nuestra razón de
ser; de allí nuestra mirada a lo Eterno; nuestra búsqueda de la
santidad; nuestro amor a la Iglesia y sobre todo a los sacerdotes; y
nuestro compromiso con lo temporal y con todo el proceso de
evangelización, principalmente con la justicia social.
Formas
de vivir:
1.
Como Auxiliares: ofreciendo su vida y oración por los sacerdotes sin
asistir ni participar en actividades.
2.
Como Asociados: participando libremente de las actividades y procesos,
pero sin llegar a consagrarse.
3.
Como Consagrados: comprometidos a cumplir con todos los procesos y por la
emisión de las Promesas dedican toda su vida según el carisma y los
estatutos.
¿Cómo vivimos los
consagrados?