Citas
de la Sagrada Escritura:
Es preciso que los hombres vean en nosotros a los ministros de Cristo y a
los administradores de los misterios de Dios.! Cor 4, 1.
Con toda tu alma honra al Señor y reverencia a los sacerdotes. Eclo 7,
31.
Los labios del sacerdote han de guardar la sabiduria y de su boca ha de
salir la doctrina, porque es un enviado de Yavé de los ejércitos. Mal 2,
7.
Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por sus ovejas. Jn l0,
11.
Apacentad el rebaño de Dios que os ha sido confiado, gobernando no por
fuerza, sino espontáneamente, según Dios; no por sórdido lucro, sino
con prontitud de ánimo.1Pdr 5, 2.
Sed santos para mí, porque yo, Yavé, soy santo, y os he separado de las
gentes para que seáis míos. Lev 20, 26.
Entre todos los vivientes le escogió el Señor para presentarle las
ofrendas, el incienso y el aroma en memorial, y hacer expiación por su
pueblo. Eclo 45, 20.
Pues todo pontífice tomado de entre los hombres, en favor de los hombres
es instituido para las cosas que miran a Dios, para ofrecer ofrendas y
sacrificios por los pecados. Heb 5, 11
Pero vosotros sois linaje do, sacerdocio regio, gente pueblo adquirido
para pregonar excelencias del que os llamó de las ti nieblas a su luz
admirable.1Pdr 2,
El que a vosotros oye, a mi me oye, y el que a vosotros desecha a mí me
desecha, y el que me desecha a mi desecha al que me envió. Lc 10, 16
Selección
de textos:
Por el sacramento del orden
se configuran los presbíteros con Cristo sacerdote, como ministros de la
Cabeza para construir y edificar todo su Cuerpo, que es la iglesia, como
cooperadores del Orden episcopal. (Conc. Vat. II, Decr. Presbyterorum
Ordinis, 12).
El sacerdocio es fundamentalmente una configuración, una transformación
sacramental y misteriosa del cristiano en Cristo Sumo y Eterno Sacerdote,
único Mediador. El sacerdote no es más cristiano que los demás fieles,
pero es más sacerdote, e incluso lo es de un modo esencialmente distinto.
(A. DEL PORTILLO, Escritos sobre el sacerdocio, p. 114).
El sacerdote es verdadero mediador entre Dios y los hombres. (SANTO TOMÁS,
Suma Teológica, 3, q. 22, a. 1).
Si elegir sacerdotes entonces era gran beneficio, ¿qué será en el Nuevo
Testamento, en el cual los sacerdotes de él somos como sol en comparación
de noche y como verdad en comparación de figura? (S. JUAN DF AVILA, Plática
en el Sínodo de la diócesis de Córdoba, 1563).
El ministerio en favor de los hombres sólo se entiende como servicio
prestado a Dios (cfr. Rom 1, 9) y, a su vez, la gloría de Dios exige que
el presbítero sienta ansia de unir a su alabanza la de todos los hombres.
(A. DEL PORTILLO, Escritos sobre el sacerdocio, p. 42).
(El sacerdote que sube al altar presta a Jesucristo su gesto y su voz)
pues el sacerdote consagra este sacramento hablando en la persona de
Cristo (CONC. FLORENTINO, Bula Exsultate Deo).
Llamados, consagrados, enviados. Esta triple dimensión explica y
determina vuestra conducta y vuestro estilo de vi-da. Estáis «puestos
aparte»; «segregados», pero «no separados» (Presbyterorum Ordinis,
3). Así os podéis dedicar plenamente a la obra que se os va a confiar:
el servicio de vuestros hermanos. Comprended, pues, que la consagración
que recibís os absorbe totalmente, os dedica radicalmente, hace de
vosotros instrumentos vivos de la acción de Cristo en el mundo,
prolongación de su misión para gloría del Padre. A ello responde
vuestro don total al Señor. El don total que es compromiso de santidad.
Es la tarea interior de «imitar lo que tratáis», como dice la exhortación
del Pontifical Romano de las ordenaciones. Es la gracia y el compromiso de
la imitación de Cristo, para reproducir en vuestro ministerio y conducta
esa imagen grabada por el fuego del Espíritu. Imagen de Cristo sacerdote
y víctima, de redentor crucificado. (JUAN PABLO II, Hom. en la ordenación
de nuevos sacerdotes. Valencia, 8-XI-1982).
Somos necesarios a los hombres, somos inmensamente necesarios, y no a
medio servicio ni a medio tiempo, como si fuéramos unos «empleados».
Somos necesarios como el que da testimonio, y despertamos en los otros la
necesidad de dar testimonio. Y si alguna vez puede parecer que no somos
necesarios, quiere decir que debemos comenzar a dar un testimonio más
claro, y entonces nos percataremos de lo mucho que el mundo de hoy
necesita de nuestro testimonio sacerdotal, de nuestro servicio, de nuestro
sacerdocio. (JUAN PABLO 1, Aloc. 9-IX-1978).
El sacerdote es fundamentalmente un hombre c un hombre de Dios (1 Tim 6,
11). En la vida peregrinante del Pueblo del Señor a través de la
historia de la humanidad, el sacerdote ha sido siempre un elegido, un
ungido, un homo ex hominibus assumptus (cfr. Heb 5, 1). La figura y la
vida del llamado a ser ministro del culto al único Dios verdadero queda
traspasada por un halo y un destino de segregación, que lo pone en cierto
modo fuera y por encima de la común historia de los demás hombres: sine
patre, sine matre, sine genealogia, dice San Pablo de la figura a la vez
arcana y profética de Melchísedech (cfr. Heb 7, 3). (A. DEL PORTILLO,
Escritos sobre el sacerdocio, p. 76).
Es tal la condición del sacerdote que no puede ser bueno o malo sólo
para sí, pues el modelo de su vida influye poderosamente en el pueblo. El
que cuenta con un buen sacerdote, ¡qué bien tan grande y precioso tiene!
(SAN Pío X, Exhortac. Haerent animo, 4-VIII-1908).
En esto se fundamenta la incomparable dignidad del sacerdote. Una grandeza
prestada, compatible con la poquedad mía. Yo pido a Dios Nuestro Señor
que nos dé a todos los sacerdotes la gracia de realizar santamente las
cosas santas, de reflejar, también en nuestra vida, las maravillas de las
grandezas del Señor. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Hom. Sacerdote para la
eternidad, 13-4-73).
(Los sacerdotes fueron elegidos por Dios para esta dignidad suprema entre
todas las dignidades creadas. (S. IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epístola a los
de Esmirna).
Saboreo la dignidad de la finura humana y sobrenatural de estos hermanos míos,
esparcidos por toda la tierra. Ya ahora es de justicia que se vean
rodeados por la amistad, la ayuda y el cariño de muchos cristianos. Y
cuando llegue el momento de presentarse ante Dios, Jesucristo irá a su
encuentro, para glorificar eternamente a quienes, en el tiempo, actuaron
en su nombre y en su Persona, derramando con generosidad la gracia de la
que eran administradores.(J. ESCRIVA DE BALAGUER, Hom. Sacerdote para la
eternidad, 13-IV-1973).
Amor y veneración al sacerdote
En cuanto a los fieles mismos, dense cuenta de que están obligados a sus
presbíteros, y ámenlos con filial cariño, como a sus pastores y padres;
igualmente, participando de sus solicitudes, ayuden en lo posible, por la
oración y de obra, a sus presbíteros, a fin de que éstos puedan superar
mejor sus dificultades y cumplir más fructuosamente sus deberes. (CONC.
VAT. II, Decr. Presbyterorum
Ordinis, 9).
Si no tienes veneración suma por el estado sacerdotal y el religioso, no
es cierto que ames a la Iglesia de Dios. (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino,
n. 526).
(Santa Catalina de Siena pone en boca del Señor estas palabras): no
quiero que mengüe la reverencia que se debe profesar a los sacerdotes,
porque la reverencia y el respeto que se les manifiesta no se dirige a
ellos, sino a Mí, en virtud de la Sangre que yo les he dado para que la
administren. Sí no fuera por esto, deberíais dedicarles la misma
reverencia que a los seglares, y no más [...]. No se les ha de ofender:
ofendiéndolos, se me ofende a Mí, y no a ellos. Por eso lo he prohibido,
y he dicho que no admito que sean tocados mis Cristos. (SANTA CATALINA DE
SIENA, El Diálogo, cap. 16).
Como los hijos buenos de Noé,
cubre con la capa de la caridad las miserias que veas en tu padre, el
Sacerdote. (J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 75).
Los fieles honren aun a los malos sacerdotes en razón de los buenos, para
que no sean despreciados los buenos por los malos: pues mejor es
favorecer, aunque sea injustamente, a los malos, que quitar lo que sea
justo a los buenos. (S. JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. IV, p. 99).
ACTO
DE CONSAGRACIÓN POR LOS SACERDOTES
Oh
Jesús, Salvador mío, Vos que habéis confiado a los sacerdotes
que son vuestros representantes, la aplicación de la Obra de la
Redención y de la Salvación del mundo; por medio de vuestra Santísima
Madre, os ofrezco para la santificación de los sacerdotes,
seminaristas y aspirantes, durante este día, todas mis oraciones,
trabajos y alegrías, mis sacrificios y sufrimientos.
Dadnos, Señor, sacerdotes verdaderamente santos que,
inflamados del fuego de vuestro Amor, no procuren otra cosa que
vuestra gloria. Presérvalos de todos los peligros interiores y
exteriores, defendedlos, sobre todo contra las insidias de los
enemigos de su virtud y de su santo ideal sacerdotal. Amén.
PRECES
POR LOS SACERDOTES
A
nuestro Santísimo Padre, el Papa, |
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ENVUÉLVELO
EN TU GRACIA, SEÑOR. |
A
los Cardenales y delegados Pontificios,
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ENVÍALES
TU LUZ, SEÑOR.
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A
los Arzobispos y Obispos, |
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DALES
TUS DONES, SEÑOR.
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A
los sacerdotes formadores en los seminarios,
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DALES
TU CIENCIA, SEÑOR.
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A
los sacerdotes Diocesanos,
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NUNCA
LOS DEJES, SEÑOR. |
A
los sacerdotes religiosos, |
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HAZLOS
PERFECTOS, SEÑOR.
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A
los sacerdotes encargados de los hospitales,
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DALES
CONSTANCIA, SEÑOR.
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A
los sacerdotes enfermos,
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SÁNALOS,
SEÑOR. |
A
los sacerdotes tibios,
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ENFERVORÍZALOS,
SEÑOR. |
A
los sacerdotes débiles,
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FORTALÉCELOS,
SEÑOR.
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A
los sacerdotes tentados,
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DALES
EL TRIUNFO, SEÑOR.
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A
los sacerdotes en pecado,
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DALES
TU GRACIA, SEÑOR.
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A
los sacerdotes pobres,
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SOCÓRRELOS,
SEÑOR.
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A
los sacerdotes celosos,
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AYÚDALOS,
SEÑOR. |
A
los sacerdotes que desean amarte,
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ENCIÉNDELOS,
SEÑOR. |
A
los sacerdotes tristes,
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CONSUÉLALOS,
SEÑOR.
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A
los sacerdotes turbados,
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DALES
PAZ, SEÑOR.
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A
los sacerdotes ancianos,
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SOSTÉNLOS,
SEÑOR.
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A
los sacerdotes jóvenes,
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IMPÚLSALOS
A TU GLORIA, SEÑOR.
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A
los sacerdotes aislados,
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ACOMPÁÑALOS,
SEÑOR.
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A
los sacerdotes atados a lo terreno,
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ROMPE
SUS CADENAS
, SEÑOR. |
A
los sacerdotes misioneros,
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PROTÉGELOS,
SEÑOR.
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A
los sacerdotes predicadores,
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ILUMÍNALOS,
SEÑOR.
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A
los sacerdotes directores de almas,
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INSTRÚYELOS,
SEÑ
OR. |
A
los sacerdotes párrocos,
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DALES
TINO, SEÑOR.
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De
los sacerdotes vicarios,
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NO
TE APARTES, SEÑOR.
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A
los sacerdotes difuntos,
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DALES
TU GLORIA, SEÑOR.
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De
toda tu Iglesia purgante y militante,
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APIÁDATE,
SEÑOR.
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A
todos los sacerdotes,
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DALES
PUREZA, SEÑOR. |
Oh,
Jesús, Pastor eterno de las almas, |
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Dadnos
muchos y santos sacerdotes y haz de nuestras familias
semilleros de vocaciones.
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